santo cura de ars frases
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Nos dice que, sin el Bautismo, jamás vamos a entrar en el reino de los cielos (Ioan., III, 5.); sin el de la Penitencia, después de hacer pecado, no cabe esperar el perdón, y en seguida nos dice también que sin la humildad no vamos a entrar en el cielo (Matth., XVIII, 3.). Aunque estemos llenos de pecados, si somos humildes, contamos la seguridad de alcanzar perdón; más sin la humildad, aunque llevemos realizadas cuántas buenas obras nos sean probables, no alcanzaremos la salvación. Ved un caso de muestra que les mostrara esto de manera perfecta. Durante tres años, de 1815 a 1818, continuará repasando la teología junto al padre Balley, en Ecully, con la cuenta de coadjutor suyo. Muerto el padre Balley, y finalizados sus estudios, el arzobispado de Lyón le encarga de un minúsculo pueblecillo, a treinta y cinco km al norte de la capital, llamado Ars.
«A ti, Virgen inmaculada, predestinada por Dios sobre toda otra criatura como abogada de felicidad y modelo de santidad para su pueblo, guía tú a sus hijos en la peregrinación de la fe, haciéndolos poco a poco más obedientes y leales a la palabra de Dios». Ahora veis qué poderosa es la limosna para evitar que el Señor nos castigue a pesar de hacernos repetidamente merecedores de ello.
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Cae enfermo, ingresa en el hospital militar de Lyón, pasa entonces al hospital de Ruán, y por fin, sin atender a su debilidad, ya que está aún convaleciente, es designado a batallar en España. No puede continuar a sus compañeros, que marchan a Bayona para incorporarse. Solo, enfermo, desalentado, le sale al encuentro un joven que le invita a proseguirle. Así, sin habérselo propuesto, Juan María va a ser desertor. Oculto en las montañas de Noës, pasará desde 1809 a 1811 una vida de continuo peligro, por las usuales incursiones de los gendarmes, pero de muy, muy alta ejemplaridad, pues también en este pueblecillo dejó huella imperecedera por su virtud y su caridad. Desde el 1822, inicia los trabajos de restauración y decoración de la iglesia, labor que va a llevar adelante hasta su muerte. Tras su muerte, Pío XI en 1929 lo declaró patrono de los curas de todo el mundo.
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Apoyado en una intensa vida de oración y penitencia, pronto la popularidad de su celo sacerdotal, centrado en la administración del sacramento de la penitencia, se extendió por toda Francia y mucho más allá. SAN PABLO “El día de hoy quisiera empezar un nuevo ciclo de catequesis dedicado al enorme apóstol san Pablo. A él, como sabéis, está consagrado este año que va desde la celebración litúrgica de los santurrones Pedro y Pablo del 29 de junio de 2008 hasta exactamente la misma fiesta del año 2009”.
- Antes del catecismo de las once pidió un poco de vino, sorbió unas gotas derramadas en la palma de su mano y subió al púlpito.
- Y nuestros pecados ¿no son mucho más dolorosos para su corazón que lo que los judíos le hicieron padecer?
Aquel pobre sacerdote, que trabajosamente había hecho sus estudios, y a quien la autoridad diocesana había apartado en entre los peores pueblos de la diócesis, iba a convertirse en consejero buscadísimo por millares y millares de ánimas. Y entre ellas se contarían gentes de toda condición, desde obispos insignes e intelectuales famosos, hasta humildísimos enfermos y pobres gentes atribuladas que irían a buscar en él algún consuelo. IV –– Por lo pronto, HERMANOS MÍOS; no charlamos de esos, que habiendo perdido la fe, no la profesan ahora exteriormente; hablamos de aquellos que creen todo lo que la Iglesia nos enseña, y sin embargo, nada o prácticamente nada hacen de lo que la religión nos manda.
Si el fariseo, según habéis visto, es el verdadero retrato del orgulloso, el publicano es una imagen aparente del corazón sinceramente penetrado de su pequeñez, de su nada, de su escaso mérito y de su enorme confianza en Dios. Jesús nos lo presenta como un modelo cumplido, al que tenemos la posibilidad de tomar seguramente por guía.
Otras veces exactamente el mismo Cura será quien intente marcharse para irse a un rincón «a llorar su pobre vida», como con oración enormemente gráfica va a repetir. Pero siempre se interpondrá, de forma manifiesta, la divina Providencia, que quería que San Juan María llegara a resplandecer, como patrono de todos y cada uno de los curas del mundo, exactamente en el marco humilde de una parroquia de pueblo. Mucho más dichosos que los santurrones del Antiguo Testamento, no solamente poseemos a Dios por la grandeza de su inmensidad, en virtud de la cual se encuentra en todas y cada una partes, sino que le disponemos con nosotros como estuvo en el seno de María a lo largo de nueve meses, como estuvo en la cruz.
